Era realmente extraña su casa, un ligero olor a hierbabuena con madera penetraba hasta lo más recóndito de la casa. La luz de la luna filtrándose por las ventanas, su extraño perro negro viéndonos todo el tiempo, observando… calladamente. La casa parecía tener vida propia, había mesas, libros, tapetes, estatuas, flores, cosas exóticas, viejas, unas empolvadas, otras no, las cortinas con puntos en forma de “v” rojos o violetas no recuerdo, los techos altos revestidos de madera, el piso frio como las ventanas tan altas, tan góticas, tan tristes… Úrsula nos pasó a su cocina, donde estaba la sopa, la sirvió y fuimos a comerla a la sala donde estaba prendida la chimenea.
Nicolás y Úrsula no paraban de hablar, se entendían tan bien. Comimos sopa de tortilla hasta que no nos cupo más. Hablamos y hablamos de cómo a los tres nos gustaba la sopa de tortilla y de cómo de no comerla nos comería. Realmente la casa Velmontt y Úrsula Velmontt eran raros, pero toda esa rareza me transmitía una sensación de pertenencia. Cosas raras pasaban en su casa, de pronto por un momento su piano al que llamaba Nacho, empezó a tener un estruendo interior como si alguien lo estuviera tocando por dentro. Úrsula nos volteó a ver sonrió como nerviosa, sacó de un baúl, debajo de la mesa de la sala, una caja pequeña envuelta en papel café con azul, algo que parecía una crema oscura, tal vez era chocolate porque después de ponerle una gota en el do mayor de su piano se lo llevo a sus labios diciendo “-les presento a mi droga”- y empezó a reír para si misma. El piano como en una muestra de agradecimiento no volvió a emitir sonido alguno por toda la noche. Pasaron las horas cuando nos dimos cuenta empezaba a hacerse de día y ella se asustó tanto al ver la hora que prácticamente nos corrió de su casa, diciendo que sus hermanas y su madre no tardaban en venir, pero que le había encantado pasar su único día del año sola con nosotros. Nos dio tantos dulces como pudimos cargar y nos fuimos como medio hipnotizados y aletargados.
Nic, no dejaba de mencionar lo bien que se la había pasado, divagamos juntos un rato por el bosque y llegué a mi casa.
Quinta parte
Aquellos días, mi relación con Úrsula era increíble. Junto con Nicolás pasábamos todo el día trepados en los árboles o persiguiendo nuestras sombras en la noche. Algunas veces nos decía que podía hablar con los árboles, e intentábamos hacerlo, para esa época ya nos habíamos acostumbrado a sus locuras y me di cuenta que estaba igual de loco, pero por ella. Úrsula siempre se escapaba con nosotros y no soltaba a su perro que más parecía su juguete que un perro. Ella afirmaba que era un ser humano, que cada vez estaba más cerca de lograr su objetivo: hacer que hablara. Todos los días la veías hablando con su perro, cantando con él, bailando con él, durmiendo con él, jugando con él… realmente amaba a ese perro. Sin embargo no todo era tan hermoso. Su familia cada vez se desmoronaba más. No la dejaban ir a la escuela y sólo salía con nosotros a escondidas. Sus hermanas si podían salir, lo que era raro. Al menos yo no comprendía el porqué. Miriam era la sensación en la ciudad, siempre salía, se divertía parecía la niña más normal de las hermanas. Y Gabriel como muchos morían por ella. Pero ella no es el tema de este día.
Volviendo a los hermosos días que pasaba con Úrsula me di cuenta que Nicolás sentía lo mismo que yo sentía por ella. Y parecía que ellos dos se entendían tan bien… Que creo que fue lo mejor o lo peor que pude haber decidido en mi vida. El día que Nicolás me dijo que quería a Úrsula y quería ser su novio no me quedó más que sonreír por mi amigo y desearles lo mejor. Nicolás y Úrsula eran la pareja más dispareja del mundo, pero aún así hasta su madre aceptó la relación. Mientras veía a mi mejor amigo con la persona que más quería en el mundo, feliz no me quedó de otra más que ser feliz por ellos. Y así bajo la sombra de los sentimientos que alguna vez tuve por ella, me dediqué a componer música y a salir con mis amigos. Embriagarnos, llenar de alcohol nuestras venas y “pasarla bien”. Cada vez veía menos a Úrsula, y Nicolás había cambiado mucho y así pasaron los meses. Úrsula no dejaba de ser mi amiga, salíamos, nos divertíamos pero ya nada era igual. Por un momento me olvidé de ella, y ella se volvió insoportable para mí.