viernes, 10 de julio de 2009

Cuarta y Quinta parte

Cuarta parte.
Era realmente extraña su casa, un ligero olor a hierbabuena con madera penetraba hasta lo más recóndito de la casa. La luz de la luna filtrándose por las ventanas, su extraño perro negro viéndonos todo el tiempo, observando… calladamente. La casa parecía tener vida propia, había mesas, libros, tapetes, estatuas, flores, cosas exóticas, viejas, unas empolvadas, otras no, las cortinas con puntos en forma de “v” rojos o violetas no recuerdo, los techos altos revestidos de madera, el piso frio como las ventanas tan altas, tan góticas, tan tristes… Úrsula nos pasó a su cocina, donde estaba la sopa, la sirvió y fuimos a comerla a la sala donde estaba prendida la chimenea.
Nicolás y Úrsula no paraban de hablar, se entendían tan bien. Comimos sopa de tortilla hasta que no nos cupo más. Hablamos y hablamos de cómo a los tres nos gustaba la sopa de tortilla y de cómo de no comerla nos comería. Realmente la casa Velmontt y Úrsula Velmontt eran raros, pero toda esa rareza me transmitía una sensación de pertenencia. Cosas raras pasaban en su casa, de pronto por un momento su piano al que llamaba Nacho, empezó a tener un estruendo interior como si alguien lo estuviera tocando por dentro. Úrsula nos volteó a ver sonrió como nerviosa, sacó de un baúl, debajo de la mesa de la sala, una caja pequeña envuelta en papel café con azul, algo que parecía una crema oscura, tal vez era chocolate porque después de ponerle una gota en el do mayor de su piano se lo llevo a sus labios diciendo “-les presento a mi droga”- y empezó a reír para si misma. El piano como en una muestra de agradecimiento no volvió a emitir sonido alguno por toda la noche. Pasaron las horas cuando nos dimos cuenta empezaba a hacerse de día y ella se asustó tanto al ver la hora que prácticamente nos corrió de su casa, diciendo que sus hermanas y su madre no tardaban en venir, pero que le había encantado pasar su único día del año sola con nosotros. Nos dio tantos dulces como pudimos cargar y nos fuimos como medio hipnotizados y aletargados.
Nic, no dejaba de mencionar lo bien que se la había pasado, divagamos juntos un rato por el bosque y llegué a mi casa.

Quinta parte
Karina era la hermana mayor, tenía 18 años cuando la vi, fría y apagada siempre se sentaba tras su ventana a ver a la gente pasar. Se quedaba por horas viendo a la gente, examinándola, estudiándola, cuidadosamente, anotaba cosas en una libreta y luego súbitamente desaparecía tras las cortinas verdes de su cuarto. No sabía mucho de ella en realidad, sólo recuerdo que alguna vez la vi llorar desconsoladamente en un frio día de invierno en el centro de la ciudad. Mientras los demás ajetreados compraban regalos, ella sentada en una banca solo lloraba, sin nadie a su lado. Más de uno se le quedaba viendo pero nadie decía nada, nadie se atrevía a acercarse. Aún llorando, su aura como que nos impedía pasar a consolarla, seguía de inalcanzable, intocable, perfecta y hermosa derramando tantas lágrimas que tuvieron que cambiar el alcantarillado al mes siguiente. Después de ese día nada volvió a ser lo mismo para ella. Su cabello tan largo y hermoso empezó a caerse y a volverse verde, poco a poco, su madre la cuidaba tanto, la llevaba a todas partes, de hospital en hospital, parecía que en realidad nadie sabía lo que tenía. Su corazón se iba desvaneciendo lentamente, dejaba de habitar vida en esa belleza tan celestial que alguna vez tuvo. Sus hermanas trataban de animarla, pero nada parecía funcionar. Alguna vez platicando con Úrsula Velmontt me comentó que su hermana estaba enamorada, y que su amor se había ido, pero pretendía volver. Él se había marchado a Escocia y ella lo esperaba todos los días de tras de su ventana. Esperando, analizando; ese esperar empezó a comerse lentamente su corazón, a olvidarse a ella misma y a ser más fría con los demás. No comía, no dormía, no hablaba, no reía… sólo esperaba.
Aquellos días, mi relación con Úrsula era increíble. Junto con Nicolás pasábamos todo el día trepados en los árboles o persiguiendo nuestras sombras en la noche. Algunas veces nos decía que podía hablar con los árboles, e intentábamos hacerlo, para esa época ya nos habíamos acostumbrado a sus locuras y me di cuenta que estaba igual de loco, pero por ella. Úrsula siempre se escapaba con nosotros y no soltaba a su perro que más parecía su juguete que un perro. Ella afirmaba que era un ser humano, que cada vez estaba más cerca de lograr su objetivo: hacer que hablara. Todos los días la veías hablando con su perro, cantando con él, bailando con él, durmiendo con él, jugando con él… realmente amaba a ese perro. Sin embargo no todo era tan hermoso. Su familia cada vez se desmoronaba más. No la dejaban ir a la escuela y sólo salía con nosotros a escondidas. Sus hermanas si podían salir, lo que era raro. Al menos yo no comprendía el porqué. Miriam era la sensación en la ciudad, siempre salía, se divertía parecía la niña más normal de las hermanas. Y Gabriel como muchos morían por ella. Pero ella no es el tema de este día.
Volviendo a los hermosos días que pasaba con Úrsula me di cuenta que Nicolás sentía lo mismo que yo sentía por ella. Y parecía que ellos dos se entendían tan bien… Que creo que fue lo mejor o lo peor que pude haber decidido en mi vida. El día que Nicolás me dijo que quería a Úrsula y quería ser su novio no me quedó más que sonreír por mi amigo y desearles lo mejor. Nicolás y Úrsula eran la pareja más dispareja del mundo, pero aún así hasta su madre aceptó la relación. Mientras veía a mi mejor amigo con la persona que más quería en el mundo, feliz no me quedó de otra más que ser feliz por ellos. Y así bajo la sombra de los sentimientos que alguna vez tuve por ella, me dediqué a componer música y a salir con mis amigos. Embriagarnos, llenar de alcohol nuestras venas y “pasarla bien”. Cada vez veía menos a Úrsula, y Nicolás había cambiado mucho y así pasaron los meses. Úrsula no dejaba de ser mi amiga, salíamos, nos divertíamos pero ya nada era igual. Por un momento me olvidé de ella, y ella se volvió insoportable para mí.

sábado, 4 de julio de 2009

Segunda y tercera parte



OJO LA PRIMERA PARTE ESTA ABAJO, CONTINUA CON ESTA DESPUES


Segunda Parte
¡Auch!, El café burbujeante me había quemado, a pesar de que era púrpura era rico. Y desde la maldición todos los líquidos eran púrpuras. A veces más violetas otras veces más azules pero todo era un circo en nuestra ciudad. Muchos decían que era el apocalipsis, y tal vez tenían razón, pues de tantos temblores mi cuarto tenía una gran grieta en forma de V en el techo. Y a veces soñaba que de ahí salía Úrsula con sus grandes ojos que penetraban mi alma.
Mi carrera de músico es prometedora, a mis amigos y a mí, nos sirvieron esas noches de guitarra bajo la luna y al calor de la fogata para hacer una banda, de ideas hippies y progresivas. Alguna vez nos conocieron como los mejores de la ciudad. Mi vida se podría decir que está arreglada. Solo hace falta ir al lugar que tengo que ir y olvidarme de esta ciudad, de ésta maldita ciudad. Mis amigos me esperan, cuando termine este café saldré para allá. Tomaré el primer vuelo y me olvidaré de todo esto. No sin antes escribir y quemar todo lo que tengo guardado. Necesito dejar todo atrás, olvidar, y vivir.
Tercera parte
Todo había salido a la perfección ese día de brujas, pero todos teníamos que probarnos que aunque en esa casa verde con reja roja vivieran los seres más raros y fascinantes del mundo, no se salvaba. Así que llegamos. Nicolás fue el más valiente de todos y toco a la puerta. Una puerta grande muy grande con un eco feroz. Todos nos quedamos quietos, sin aliento, sudábamos, pero teníamos listos los huevos y lo que fuera que íbamos a aventar. Se escuchaba al fondo como alguien tocaba armoniosamente el piano, parecía que nadie nos había escuchado, de nuevo Nicolás junto con migo tocamos fuertemente la puerta, y súbitamente el piano se calló con un estruendo horrible que erizó mi piel. Pasaron segundos que para mi fueron horas. Y de repente la madera de la puerta crujió y se abrió. Era Úrsula con sus grandes ojos desafiantes y penetrantes, su cabello rojo alborotado con una cuchara en la mano. Nos preguntó que se nos ofrecía. Que no era digno molestarla cuando tocaba el piano, pues la inspiración se tardaba mucho en llegarle, y que además estaba a punto de comerse una deliciosa sopa de tortilla y que eso era mucho peor. Sentí que no había sido la mejor forma de conocerla, pero desde que la vi, muchos sentimientos se reanimaron en mí, como si ya la conociera desde hace mucho tiempo. Gabriel sacó su bolsa de dulces y le insinuó que si no tenía dulces para darnos. Ella con una mueca de incredulidad, nos dijo – ¿Qué no son muy grandes para pedir dulces?, mejor entren y les doy sopa, hay mucha y estoy sola y no me gusta comer sola.
Todos nos quedamos pasmados, su perro no dejaba de ladrarnos, realmente era escalofriante pensar en que íbamos a pasar a esa casa llena de misterios y rumores. Yo no supe qué decir pero ahí estaba con mi cabeza diciéndole que si. Pero a Gabriel ni a Mauricio les pareció buena idea. Así que decidieron irse, quedándonos solos Nicolás y yo. Nicolás no dejaba de ver a Úrsula como hipnotizado, y eso me incomodaba. Úrsula nos paso a su recibidor con un piano negro de cola viejo y hermoso que no pude evitar contemplar ni tocar, me abalancé a el y lo empecé a tocar en lo que Úrsula no se que hacía.
Solo toqué dos acordes cuando la mano de Úrsula fría y firme apretaba mi muñeca..
¡Noo!, Nacho no desea ser tocado por ti, le tienes que pedir permiso, ¿qué no vez que siente? ¿Qué sentirías si te empiezo a manosear sin tu permiso?, ¿no te ofenderías?.
Esas eran demasiadas preguntas sin sentido para mi, pero se me hizo demasiado ingenioso lo que decía. Así que solo callé. Un piano con nombre? ¿Atribuyéndose a una persona? Eso si era raro- pensé.
-Lo siento – nos dijo- no estoy acostumbrada a tener visitas, mi nombre es Úrsula, ¿y el de ustedes?

viernes, 3 de julio de 2009

Cuento 1 primera parte


Parte 1


Y de pronto desperté temprano y la luna seguía en lo más alto del horizonte. Aquella luna magnífica y adorada por todos hace unos días, hoy era vista como una maldición. Pues no dejaba de postrarse descaradamente todo el tiempo, de día y de noche, haciendo los días más cortos y nuestro temor más grande.
Úrsula Velmontt era la hechicera quien nos había condenado a todos y en especial a mí. Aquella hermosa mujer hace unos años era nuestra pesadilla más grande; era mi pesadilla; amada alguna vez, y traicionada tal vez…
El café burbujeante color purpura me invitaba a contemplar de nuevo a la luna, creando una adicción en mi, y recordando aquella época de insaciable lluvia en los campos. Cuando corría descalzo por días con la lluvia lavando mi cuerpo, mi alma, quitándonos las máscaras para amarnos…
Ella era rara desde el primer día que la conocí. Recuerdo que lo primero que recibí de ella fue una sonrisa de su pequeña boca opacada por sus enormes ojos color violeta. Su largo y esponjoso cabello color rojo me hacía delirar. La conocí en un día de brujas, cuando las hojas empezaban a marchitarse en el piso y ella saltaba sola para aplastarlas. Con sus grandes botas color ocre y su vestido color vino ella saltaba y saltaba. A lo lejos oí su nombre… eran sus hermanas quienes la llamaban, hermanas que odié toda mi vida. La más grande era Karina, era muy hermosa con su lacio cabello rubio como el sol y blanca, muy blanca como la nieve. Seguía Úrsula tan solo un año menor, y Miriam quien también con sus grandes ojos color miel hacía delirar a todos y su largo cabello oscuro muy oscuro hipnotizaba a más de uno. Eran inseparables y entrar en su círculo pragmático de niñas o extraterrestres, porque eso parecían, era realmente imposible, eran inalcanzables, perfectas, raras para simple mortales. Más de una vez mi madre dijo que las hermanas Velmontt estaban malditas y que gracias a su madre viuda eran brujas. Decían que la señora Velmontt había envenenado a su esposo y lo había convertido en un perro pulgoso llamado Blackie, se decían muchos rumores de ellas, pero aún así Úrsula me encantaba.


Vivían por el bosque donde siempre iba con mis amigos a cazar lo que fuera que encontráramos, a tocar la guitarra enfrente de una fogata o a ver pornografía como fieles adolescentes. Algunas veces trepábamos hasta lo más alto de un árbol y desde ahí se veía su casa, una casa verde con una reja roja de madera llena de humedad. Parecía que la casa había surgido de la tierra, llena de flores y ramas, tenía grandes ventanales y grandes puertas, y alrededor del jardín siempre había muchos girasoles preciosos. Parecía una casa de cuento de hadas, pero jamás vi vida dentro de esa casa tan grande y tan vacía donde vivía Úrsula Velmontt.
Aquel día de brujas yo tenía quince años, y junto con mis amigos fuimos a aventar huevos a las casas. Ninguna casa se salvaba, casa que no diera dulces, casa que recibía huevos. Nunca había pedido dulces en la casa Velmontt porque estaba muy alejada y porque de no dar dulces tendríamos que correr demasiado al aventar los huevos. Pero este día de brujas, mis amigos y yo sabíamos que iba a ser el último, la madurez ya nos invitaba a quedarnos de amargados el próximo año convirtiéndonos cada vez más en lo que más temíamos… adultos…
Éramos Nicolás, Mauricio, Gabriel y yo. Nicolás era mi mejor amigo, y el y yo éramos los que siempre aventábamos los huevos, a veces harina, otras veces bombas de olor, o lo que hubiera en el refrigerador pudriéndose. Pasamos por todas las casas, por cada una, y al terminar el recorrido, decidimos ir a la casa Velmontt.


CONTINUARA

les gusto? lo sigo poniendo? o mejor vuelvo a la poesia! jeje

con amor

Pao